La Ruta Literaria



Dos de los rótulos de la Ruta Literaria de Alcalá



Recientemente, el Ayuntamiento hizo público el proyecto de establecer una ruta turística de carácter literario consistente en la erección de 16 placas en las cuales se recogerían citas sobre nuestra ciudad escritas por los más afamados autores españoles. Huelga decir que la iniciativa me parece excelente y la selección de los textos muy adecuada, pero encuentro no obstante que, si bien son todos los que están, no están ni mucho menos todos los que son.

Por tal motivo, me gustaría sugerir que el número de placas fuera ampliado con objeto de recoger citas de autores importantes que no figuran en la relación proporcionada por el ayuntamiento. Asimismo, encuentro que en algunos casos muy concretos hay citas que, bajo mi punto de vista, son de mayor calidad literaria que las seleccionadas. Así pues, y por si pudiera ser de utilidad, me he tomado la libertad de entresacar unas cuantas de ellas que, desde mi punto de vista, también merecerían estar presentes en la citada ruta.

Así, para empezar, nada mejor que recordar al célebre Cantar del Mío Cid, al cual pertenece esta estrofa:


Fasta Alcalá lego la saña de Minaya,
e desi arriba tornan se con la ganançia
Fenares arriba e por Guadalfajara.


Ya en el Renacimiento nos podemos encontrar con la siguiente cita, extraída del Romancero general y flor de diversa poesía, de Miguel de Madrigal:


Púseme mis dos camisas,
y salime de Toledo,
fuime a Alcalá de Henares,
y entré a servir un colegio.


De los autores del Siglo de Oro hay citas sobradas, pero puestos a elegir en el caso concreto de Lope de Vega yo propondría esta otra, perteneciente a su obra Amarilis:

Adonde el claro Henares se desata
en blando aljófar, nuevo amante Alfeo,
Atenas española se retrata,
fértil de sabios, en mayor liceo.


La cita de Mateo Alemán está muy bien seleccionada, pero le falta el párrafo inicial que, a mi modo de ver, la realza. La cita completa, con el párrafo aludido, queda como sigue:


¿Quién, dónde o cómo se hace hoy en el mundo como en las escuelas de Alcalá? ¿Dónde tan floridos ingenios en artes, medicina y teología? ¿Dónde los ejercicios de aquellos colegios teólogo y trilingüe, de donde cada día salen tantos y tan buenos estudiantes?


Claro está que esta otra cita, perteneciente como la anterior al Guzmán de Alfarache, tampoco tiene desperdicio:


¡Oh madre Alcalá! ¿Qué diré de ti que satisfaga, o cómo para no agraviarte callaré, que no puedo?


Agustín de Moreto, que también pasó por las aulas complutenses, recreó la leyenda del Rico Home en su obra teatral El valiente justiciero, a la que pertenece el siguiente fragmento:


Tristes campos de Alcalá,
abrid vuestro oscuro centro,
para dar sepulcro a un vivo,
que sin honor está muerto.


Muchos otros autores del Siglo de Oro también tuvieron vinculación literaria con nuestra ciudad. Éste es el caso de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, uno de tantos estudiantes de nuestra universidad, como él mismo nos explica en su obra Corona del Parnaso y plato de las Musas:


Después pasé a las riberas del Henares, donde el sutil estudio de la filosofía me ocupó dos años.


O si se prefiere esta otra cita suya, extraída de Corrección de vicios:


Donde espejo de plata ofrece Henares
a las murallas de la antigua villa,
que sustenta las basas y pilares
de las más graves letras de Castilla.


Juan Pérez de Montalbán, también estudiante alcalaíno, fue un escritor estimado por Lope de Vega que, en La fuerza del desengaño, describe así a Alcalá:


Riégala Henares, tan apacible y caudaloso como celebrado de los poetas, corriendo entre una fresca y hermosa alameda guarnecida de árboles y flores.


Rodrigo Méndez de Silva, en su Población general de España, afirma lo siguiente:


Distante seis leguas de Madrid hacia Guadalajara, en espaciosa llanura, vistosas salidas, alamedas y bosques, está la villa de Alcalá, cognomento Henares, por su cristalino río, espejo de celebradas musas, en cuyas umbrosas márgenes se mira con fuerte puente y barca.


Ya en el siglo XVIII nos encontramos con José María Vaca de Guzmán y Manrique, un antiguo estudiante de Derecho en la universidad alcalaína que llegó a ejercer el cargo de rector en el colegio de los Manriques. A él corresponde el siguiente fragmento:


Y porque el contratiempo
más a mi pecho abrume,
sabe, Henares, que el tiempo,
que todo lo consume,
solo este mal eternizar presume.
Esas altas colinas,
que tu corriente baña,
manifiestan en árabes ruinas
cuanto borró su saña
triunfos de Alfonso y esplendor de España.


Aunque en la relación seleccionada por el ayuntamiento figura Leandro Fernández de Moratín, no ocurre lo mismo con su padre Nicolás, pese a ser el autor de la siguiente cita, perteneciente a la obra Abdelkadir y Galiana:


Huyó la antigua Alcalá
torciendo un poco la vía
por la cuesta del Zulema,
entre sus breñas erguidas.


Conviene no olvidar tampoco la descripción del viajero ilustrado Antonio Ponz:


Al pie de la cuesta se pasa un puente bravamente construido sobre el río Henares, desde el cual a Alcalá hay la distancia de un cuarto de legua; y cierto que por aquel paraje representa la ciudad su mejor vista; pues conteniendo en su recinto treinta y ocho iglesias y diecinueve colegios, sobresale un número de cúpulas, y torres que forman un razonable espectáculo.


Alcanzado ya el siglo XIX en este rápido viaje literario, debemos detenernos en la obra de Ángel María de Barcia, que recaló en nuestra ciudad entre 1864 y 1867 como archivero del Archivo Histórico, que entonces se encontraba situado en el Palacio Arzobispal. Fruto de su etapa alcalaína fue el libro Recuerdos complutenses, donde leemos lo siguiente:


Cuando después hube visto el palacio por dentro, y desde una de sus abiertas galerías el dilatado campo, monótono pero refulgente y tranquilo, terminado allá muy lejos por azules montañas, cuando empecé a saborear aquella tranquilidad y aquel silencio jamás logrado en Madrid, conocí que Alcalá valía para mí mil veces más que la Corte, y que la Providencia sin yo saberlo me había favorecido singularmente.


Menos halagüeña es la visión de otro escritor romántico, Gregorio Romero Larrañaga, que vivió en su condición de estudiante la agonía y muerte de la universidad alcalaína, lo que sin duda influye en el pesimismo de su poesía Alcalá de Henares a la que pertenece este fragmento:


Una generación y otras cayeron.
Villa opulenta de memoria hermosa,
¿dónde estás, la Alcalá?
O en su vuelo las nubes te envolvieron,
o del monte en la entraña tenebrosa.
Pero no existe ya.


Visión que comparte el viajero francés barón de Davillier, que visitó Alcalá en 1862:


Alcalá de Henares, la sabia ciudad de la vieja España, la antigua rival de Salamanca, sólo es hoy una pequeña ciudad de diez mil habitantes, una estación poco importante del ferrocarril de Madrid a Zaragoza.


Un autor al que he echado vivamente de menos en la selección municipal y desde luego resulta imprescindible tanto por su talla literaria como por sus continuas referencias a nuestra ciudad, es Benito Pérez Galdós. Entre todas las citas posibles, he entresacado tres. La primera, que corresponde a la novela El audaz, afirma lo siguiente:


Volviendo el rostro hacia la izquierda se abarcaba de un golpe de vista la ciudad de Alcalá de Henares, cuyas primeras casas apenas distarían de allí un tiro de ballesta. Las torres, las cúpulas y los campanarios de sus conventos e iglesias, los cubos almenados de la casa arzobispal, los arbotantes de San Justo, el frontón de San Ildefonso, extremidades más o menos altas de las construcciones elevadas allí por la piedad o la ciencia, daban magnífico aspecto a la ciudad célebre, que inmortalizaron Cisneros con su Universidad y Cervantes con su cuna.


O si se prefiere esta otra de El caballero encantado:


Te llevo por la margen derecha de mi risueño Henares, y si no te cansas, no hemos de parar hasta la docta ciudad donde nació el príncipe, por no decir el rey, de mis ingenios.


Por último tenemos ésta, perteneciente a sus Cartas:


Alcalá es una población decaída, que revela en la longitud de sus calles, la mayor parte solitarias, haber sido más populosa ayer que hoy. Por todas partes sus vetustos edificios pregonan las grandezas de poderosas familias que ya no existen, y las fundaciones religiosas que pasaron también dejando tras sí memorias indecisas. A pesar de este carácter arqueológico Alcalá es pueblo simpático, de hermoso cielo y amena campiña, construido en un llano, y no carece de animación y alegría.


Iniciamos el siglo XX con una estrofa de la poesía Alcalá de Henares, de la que es autor Enrique de Mesa:


Ambiente claro de ciudad latina.
Riberas del Henares,
ríe al sol la llanada alcalaína:
sembraduras, viñedos, olivares.


Si preferimos a Eugenio Noel, en España nervio a nervio encontramos lo siguiente:


Un buen paseo el de esta mañana río adelante frente a los collados del Gebel Zulema y entrando audazmente en los bosquecillos de las fincas que han acotado casi toda la orilla derecha del Henares. ¿En qué pensar por estos sitios si no es en Cervantes? Por las rondas llegamos al parque de O’Donnell y el Chorrillo. Y lentamente, por San Bernardo, por San Felipe, descubrimos la plaza de los Santos Niños y entramos en la Magistral, la bella iglesia tantos años en restauración.


De Manuel Azaña son numerosas las citas posibles. Junto a la seleccionada por el ayuntamiento, a mí me gusta especialmente esta otra, perteneciente a El jardín de los frailes:


Cuanto ha sido o persiste en Alcalá se engendra de la gracia amaestrada y la elegante sabiduría valedora de un propósito trascendental. Grandeza y ascetismo se reparten el señorío. Histórico semeja el ente de la ciudad y en la historia se enraiza la emoción que difunde.


Emilio Carrere, arquetipo del escritor bohemio, habla de Alcalá en estos términos en su obra ambientada en el Siglo de Oro El reloj del amor y de la muerte, donde se relata un presunto lance amoroso del caprichoso rey Felipe IV. Leamos la cita en cuestión:


Alcalá de Henares tenía entonces un vivir alegre de estudiantes y soldados, con las picardías y las serenatas de los sopistas y la galanura de los vistosos uniformes.


Al cervantista Luis Astrana Marín corresponde el siguiente comentario:


Lo que Florencia para los italianos, lo que Weimar para los alemanes, lo que Stratford para los ingleses, debe ser para nosotros Alcalá. Amemos a la metrópoli espiritual de España.


Mucho más reciente -de 2005- es la siguiente cita, perteneciente al libro de Manuel de Lope Iberia. La imagen múltiple:


A pesar de la influencia de la capital, (...) la personalidad de Alcalá se mantiene intacta. Su vinculación a Madrid es discreta. Su descripción urbana es específica. El corazón de la ciudad se ha cerrado en el interior de sus murallas y ha dejado que el entorno asuma las características de un barrio exterior de la capital.


No sólo han sido españoles los escritores que han cantado a Alcalá. Así, el colombiano Eduardo Caballero, escribe en Ancha es Castilla:


Nunca podré olvidar la impresión que me produjo un día en Alcalá de Henares, la cuna de Cervantes, al ver prendido a un alto muro de la iglesia en ruinas un nido de cigüeñas. Era en la primavera, pero todavía soplaba el viento frío del invierno. La única vida de la plaza vieja y silenciosa era la cigüeña que allá arriba, en el nido encaramado a la ruina, hacía castañetear tristemente su pico.


El también sudamericano, ecuatoriano en este caso, Augusto Arias, afirma en su España eterna:


Discurren vientos quijotescos por la doctoral Alcalá en donde se ligan, como por modo natural, los sabios discursos que oyera el Paraninfo complutense, con la fabla recia del Arcipreste y las conversaciones de Don Quijote y Sancho. En línea igual a la de Salamanca, esta Universidad de Alcalá de Henares supo del linaje espiritual del estudiante.


Por último la inglesa Kate O’Brien, autora de la conocida novela Esa dama, dice lo siguiente en Farewell Spain:


Alcalá es una población extensa, desparramada y deshilvanada, de aspecto más bien flamenco, achatada en la llanura. Allí las calles se convierten en caminos cubiertos de hierba, y luego de repente aparecen plazas. Casi todas las fachadas son bonitas; todas están desconchadas y lo llevan con toda naturalidad.


Esta selección no es, ni mucho menos, todo lo que se ha escrito de Alcalá, pero sí bastante de ello, lo suficiente para ampliar de forma importante la relación ya existente de citas literarias elegidas para la ruta turística. Que, como dice el refrán, nunca por mucho trigo fue mal año.


Publicado el 29-5-2004 y el 5-6-2004, en los nº 1.858 y 1.859 de Puerta de Madrid
Actualizado el 23-6-2006