Una poesía de Enrique de Mesa





Sol de mediodía. Castilla se abrasa.
Tierra monda y llana: ni agua, ni verdor,
ni sombra de chopo, ni amparo de casa.
El camino, blanco. Ciega el resplandor.

Enrique de Mesa


Enrique de Mesa Rosales, nacido en Madrid el 9 de abril de 1878 y fallecido en esta misma ciudad el 27 de mayo de 1929, fue un escritor de la generación del 98 que cultivó distintos géneros literarios tales como la poesía, la prosa y la crítica teatral. Licenciado en Derecho nunca llegó a ejercer de abogado, ya que prefirió trabajar como oficial del Ministerio de Instrucción Pública ejerciendo durante varios años como secretario de Museo de Arte Moderno, cargo del que fue destituido por la dictadura de Primo de Rivera, que le desterró a Soria -ya se sabe que los dictadores no suelen hacer buenas migas con los intelectuales- en enero de 1929, poco antes de su muerte.

Mucho menos conocido por el gran público que otros contemporáneos suyos como Antonio Machado, fue no obstante un poeta notable aunque no demasiado prolífico, al que los estudiosos vinculan con la tradición castellana que arranca en el Marqués de Santillana y en el Arcipreste de Hita para continuar con los poetas que en los siglos XVI y XVII llevaron a la lírica castellana a las más altas cotas.

Su carrera literaria comenzó en 1903 a raíz de ganar un premio literario convocado por el periódico El Liberal. Sus versos, tranquilos y alejados de los vanguardismos que comenzaron a florecer por entonces, fueron recogidos en varias antologías: Tierra y alma (1906), Cancionero castellano (1911 y 1917), El silencio de la Cartuja (1916) -escrito durante sus estancias en una celda de la antigua cartuja de El Paular- y La posada en el camino (1928). Una edición completa de sus poesías fue publicada por la filial argentina de la editorial Espasa Calpe en 1941, reeditándose más tarde con el número 223 de la colección Austral, acompañada por un ensayo preliminar de Ramón Pérez de Ayala.

Sus obras en prosa, calificadas por los críticos como modernistas, son Flor pagana (1905), Tragicomedia (1910) y Andanzas serranas (1910), junto con los ensayos de crítica teatral Retrato de Don Quijote (1905) y Apostillas a la escena (1929). Asimismo, tradujo Viaje por España, de Teófilo Gautier, Las cosas de España (El país de lo imprevisto), del hispanista inglés Richard Ford, que también prologó.

Su actividad como crítico teatral fue fecunda, y asimismo fue conferenciante en el Ateneo madrileño. En 1916 recibió el premio Fastenrath, otorgado por la Real Academia de la Lengua, por su libro El silencio de la Cartuja, y formó parte de la Liga de Educación Política promovida por José Ortega y Gasset. Su faceta de ensayista, por último, cristalizó en un documentado estudio sobre la poesía y los poetas de la corte del rey castellano Juan II, padre de Isabel la Católica.

Colaboró en varias revistas literarias, como Helios y Faro, y también en diferentes periódicos como El Imparcial, La Correspondencia, La Tribuna y en los argentinos La Nación y Crítica.

Lamentablemente su prematura muerte, con sólo 51 años, impidió que nos diera más muestras de su buen hacer, aunque a juzgar por los dramas vividos por otros poetas contemporáneos suyos, como Antonio Machado, Federico García Lorca o Miguel Hernández, a raíz del estallido de la guerra civil en 1936, y dadas sus tendencias sociales progresistas, cabe pensar que quizá gracias a ella se libró de los desgraciados avatares que atormentaron a éstos. Fue enterrado en el claustro del monasterio de El Paular, y actualmente un colegio de la vecina localidad serrana de Rascafría lleva su nombre. En Madrid, su ciudad natal, tiene dedicada una plaza en el barrio de Santa Eugenia.

Enrique de Mesa vivió durante prácticamente toda su vida en Madrid, salvo su forzada estancia en Soria. Parte importante de su poesía está dedicada a Castilla, y en especial a los parajes cercanos a la capital tales como la sierra de Guadarrama que conocía bien, o a ciudades cercanas, entre ellas Alcalá, a la que sin duda debió de visitar. Uno de los capítulos de su libro La posada en el camino1, titulado La ronda de las ciudades, está compuesto por tres poesías dedicadas respectivamente a Madrid -más en concreto a sus plebeyos suburbios-, Alcalá y Ávila de los Caballeros. La correspondiente a nuestra ciudad, publicada en las páginas 67 y 68 del libro, es la siguiente:


ALCALÁ DE HENARES

Ambiente claro de ciudad latina.
Riberas del Henares,
ríe al sol la llanada alcalaína:
sembraduras, viñedos y olivares.

Esplende el cielo azul, y el aire vivo
tiene un punto sutil
que cela en el ardor, seco y estivo,
un rezago de abril.

Luz y paz es la hora.
Y en esta quieta dulcedumbre clara,
el alma rememora,
a otros siglos de cara.

Brota del corazón y sube al labio
-zumo de la alquitara petrarquesca-
el amor culto y sabio
de una edad humanista y plateresca.

¡Horizontes abiertos
para soñar a solas,
entre el frescor de esmeraldinos huertos
y purpúreos escalios de amapolas!

¡Caminar entre chopos,
del río en la ribera,
leyendo a Erasmo y corrigiendo tropos
bajo un gayo verdor de primavera!

Y sentir en la paz de la mañana
-serenos caminantes-
sobre el dolor y la estulticia humana
la sonrisa piadosa de Cervantes.




1 La posada y el camino. Compañía Anónima CALPE. Madrid, 1928.


Publicado el 8-7-2008