Alcalá en la literatura española
Del Renacimiento al siglo XX



Es sabido que el nombre de Alcalá aparece en numerosas obras literarias bien como parte principal del texto bien como referencia más o menos fugaz; éste es el caso de dos autores tan dispares como el renacentista Bernardo González de Bobadilla o nuestro contemporáneo Alfonso Sastre, ambos unidos aquí por el nexo común de haber citado a Alcalá en alguna de sus obras. No son en ningún caso referencias extensas, pero sí curiosas dada la circunstancia de que todas ellas resultan ser poco conocidas.





Comencemos pues con Bernardo González de Bobadilla y sus Nimphas y pastores de Henares, una novela pastoril impresa por Juan Gracián en Alcalá en 1587 y reeditada en 1978 por la Biblioteca Pública Insular de Las Palmas de Gran Canaria en razón de ser su autor el primer poeta canario del que se conoce obra publicada. Dos anécdotas merecen ser reseñadas al respecto de esta obra: La circunstancia de que Cervantes la condenó a la hoguera en el famoso escrutinio de la biblioteca de don Quijote y el hecho de que su autor confiesa en el prólogo que no ha puesto jamás su pie en Alcalá; leamos, por lo curiosas, las razones que el propio González de Bobadilla da para justificar la ambientación de su novela en las riberas de un río que no conoce sino por referencias:


Al que me preguntara la causa que me movió a querer en este mi pobre librillo tomar por blanco y principal intento el procurar decir algo de lo mucho que hay en la discreta gente que tiene su morada en las partes que riega Henares, río apacible y poco en escrituras celebrado por la falta de conocimiento de escritores. Porque habitando yo la llana orilla del Tormes donde la célebre Salamanca está fundada, y siendo natural de las nombradas islas de Canarias, parece cosa extraordinaria ponerme a referir las propiedades y términos de la tierra que jamás vieron mis ojos. Y porque no parezca antojo mío de quererme meter en cosas de que ni tengo noticia ni puedo llamarme testigo de vista, quiero hacer saber que sólo me moví por haber oído a un mi compañero, natural de la famosa Compluto, tantos loores de su río, tan maravillosos cuentos de la tierra y tantas alabanzas de la hermosura de las damas y cortesanía y discreción de galanes, que parece que naturalmente me incliné a escribir en mi grosera prosa y mal limados versos cuanto en las siestas del verano este mi compañero me contaba.


Sin comentarios. Más adelante, y ya en la trama de la novela, nos encontramos con la descripción -ciertamente poco airosa- de una pastora natural de Alcalá:


Pasados algunos días daba orden mi padre de que contra mi voluntad me albergase con una rica y deforme pastora llamada Alberia en la famosa Compluto criada y nacida.


Más halagadora es esta tercera y última cita en la que Alcalá está descrita en forma implícita:


Pues yo te prometo que en ingenio tan subido y habilidad llevan la prima a muchos de los muy famosos, y que en el poco espacio por do Henares sus cristales vierte, nacen tan cendrados entendimientos que harto tenemos por acá de celebrarlos y encomendar a la perpetua memoria.





Dando ahora un salto de varios siglos en el tiempo, nos encontramos con un Alfonso Sastre que en esta ocasión no oficia de dramaturgo, sino de escritor de narraciones fantásticas. Las noches lúgubres, escrita en 1964, es una antología de relatos de la cual nos interesa en esta ocasión el que lleva por título Las noches del Espíritu Santo, un cuento de vampiros madrileños tan original como chocante. Y es que los vampiros no son exclusivos de Transilvania, como nos recuerda esta cita extraída del docto comentario de uno de los protagonistas:


Siendo de señalar, por lo que se refiere a Castilla la Nueva, el caso de Meco, al lado de Alcalá de Henares, pueblo en el que fueron acusados de vampiros, a la par que de rojos, cuarenta y ocho ciudadanos -entre ellos doce mujeres- y ejecutados sin muchas formalidades por las fuerzas del orden, de modo parecido a como se hacía con las brujas antiguas.


Existe, pues, una castiza cofradía de vampiros madrileños que, eso sí, -nobleza obliga- está comandada por un aristócrata húngaro portador de las más vampirescas esencias transilvanas, personaje que tiene su residencia en la madrileña calle de la Virgen del Val; esta calle existe realmente estando ubicada en el barrio de la Concepción. Pero volvamos a nuestro relato; el presunto vampiro acabará al fin sus días -o, por hablar con más propiedad, sus noches- asesinado por una joven de vida alegre que relatará posteriormente su azarosa vida a la policía de esta manera:


-Yo, señor, -comenzó Nuria- soy de una familia honrada, procedente de Navalcarnero y trasladada luego a Torrejón, donde mi padre ejerció de maestro hasta la fecha en que fue metido en prisiones y luego afusilado por los nacionales (...) que por cierto no me recuerdo nada de él, pues tenía un añito cuando lo cogieron para dar cuenta de él al poco, creo que por la parte de Alcalá de Henares (...). Mi madre, qué remedio, se dedicó a la mendicidad, aprovechando la lástima que daba lo de su pata coja, y así conoció, dieciséis años después, a una coronela de Alcalá de Henares, a la que habló de mis condiciones espirituales y religiosas.


Ocurre que, por aquel entonces, Nuria era algo así como una versión doméstica de los grandes místicos, con periódicas visiones y apariciones de estigmas... Y bastante convincentes, a juzgar por lo que describe este último párrafo con el que despedimos a la obra de Alfonso Sastre:


Quedamos en que la coronela de Alcalá accedió a ver el milagro; y quedó tan entusiasmada de él -que además ese año me salieron muy propias, en formas que eran talmente las de los clavos- que cayó de rodillas, y llorando me pidió perdón por sus pecados, que por lo visto eran bastantes.


Y eso es todo lo que ha dado de sí esta heterogénea antología de citas literarias referentes a nuestra ciudad; huelga decir que, si ustedes sienten curiosidad, pueden leer las obras de las que han sido extraídas las mismas; en todos los casos merecerá la pena.


Publicado el 8-4-1989 y el 15-4-1989, en los nº 1.140 y 1.141 de Puerta de Madrid
Actualizado el 22-5-2012